Cerámicas San José es un taller artesano con más de  cinco generaciones de alfareros por delante. Vienen del botijo, la pieza clave en su pueblo. Debido a la perdida de ventas, hubo que reinventarse, llegaron los pigmentos y los esmaltes. La variedad buscando mercado, llenó su taller de un sinfín de piezas.  Actualmente están al frente tres hermanos, Carmen, Soledad y Jose. 

Crecieron entre barro, esmaltes, orujo… Trabajando los veranos desde muy pequeños aprendiendo este oficio. Poco a poco se hicieron un sitio y el instituto quedó atrás. Tenían un oficio y con 14 años ya eran plantilla.  No aprendieron en ninguna escuela, son los muchos días, muchos platos rotos, mucha arcilla la que pasa por las manos del alfarero para poder sacar una pieza. 

Carmen y Soledad, pintoras y decoradoras de cerámica. Quizás por la fuerza que hay que ejercer para trabajar en el torno, este oficio fue siempre para los hombres. Así que para las mujeres estaba reservado la decoración de las mismas. Al principio había que moler los pigmentos y los pinceles, lo hacían con pelos que nos daban los cabreros  de las barbas de sus cabras y un palo. Hoy en día  es más fácil, todo está a la venta.  

José, alfarero. El torno es muy difícil de aprender, son muchos días para poder crear una pieza. Preparar el barro, poner “la pella”, enderezarla, subirla para empezar a ahuecar. Después de hacerla, dejarla secar, retornear, limpiarla y al horno. Es ahí donde el fuego transforma y endurece la arcilla. Donde los pigmentos y esmaltes llegan a su resultado final para hacer la arcilla resistente e impermeable. La decoración se realiza en una segunda cocción. En las dos   son sobre 1000 grados los que alcanza el horno. 

Son muchos los talleres que afortunadamente hay en nuestro pueblo, pero van quedando pocos alfareros que trabajen en el torno. En Cerámicas San José siguen mimando la arcilla con las manos, todo el proceso es artesanal. Es fácil distinguir sus trabajos por su gran variedad de piezas, una línea personal e inconfundible